viernes, 3 de octubre de 2008

PESADILLAS DEL MÁS ACÁ

Y ahí estaba yo
tumbado en la cama
soñando con que dormía
cuando de pronto
algo empezó a estremecer todo mi cuerpo
ríos de sudor
recorrían lentamente
cada centímetro de mi pálido rostro
cuando me quise dar cuenta
abrí repentinamente mis ojos
dando vueltas en la nada
enredado entre mis sábanas.

Y ahí
en lo más oscuro
de mi guarida de cuatro paredes
se levantaba majestuosamente
una gran figura alargada
una figura oscura
tan negra como el veneno
que recorría lentamente mis venas
y que me hacía cada vez menos partícipe
de lo que ocurría a mí alrededor.

Tímidamente
estiró su mano hacia mí
estiró lo suficiente
para que la débil
luz de luna
que alumbraba mis pesadillas
me hiciera poder diferenciar
una gran mano envejecida
de colores oscuros
cuya descripción
se desconoce por el hombre.

Sus uñas alargadas
como puñales del diablo
rozaron levemente mi cuerpo
haciéndome sentir
que el fuego
era capaz de helarme.

Y seguía
inmóvil por completo
conteniendo la respiración
que no quería escapar de mi alma
cuando dirigiéndose hacia mí
sentí como un rayo
partía mi cuerpo en dos.

Una parte de mí
quería saltar como un resorte
de aquel cómodo lecho
y agarrarle fuerte de la mano
para poder seguirle
y que me mostrará
aquello que había venido ha hacer.

La otra, sin embargo
quería seguir postrada
en esa calida nube
de sábanas blancas
que años y años
llevaban arropándome.

Se me adelantó
y dando un paso
se postró a mis pies
volcándome su inexistente rostro
sobre mis ojos de mirada perdida.

Engrilletado de pies y manos
por una fuerza invisible
anulaba cualquier ánimo de reacción
cogiéndome el cráneo
me elevó
como si fuera un pélele de trapo.

Cuando los rayos de la luna
apunto estuvieron de incidir en su cara
sus brazos se tornaron
miles de cuervo negros
a la vez que el resto de su enigmático
y siniestro cuerpo
sobrevolaban mi cabeza sin voluntad
mientras caía desde lo mas alto
para aterrizar sobre el gélido suelo
de la habitación del infierno.

Al despertar
con la luna abandonando a las estrellas
noté mi sudor caliente
sin embargo no me alivió
pues seguía sin tener la respuesta.

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