2 meses después, ya entrados en mediados del mes de agosto y cuando ya había olvidado hasta mi cumpleaños, me levanto y veo en la nevera una tarta, alucinando pepinillos me giré rapidamente y le pregunté a mi madre que para que o quien era esa tarta, respondiéndome que para celebrar mi cumpleaños.
Le dije a mi madre que ya no era necesario celebrarlo, que me daba igual, a lo que me respondió que había que celebrarlo, ya que no hacerlo inplicaba mala suerte...
Dicho y hecho... ¡a celebrar!
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